miércoles, 11 de abril de 2007

PRODUCCIÓN ORGÁNICA CON FINES DE EXPORTACIÓN, UNA ALTERNATIVA PARA EL ALTIPLANO

Bolivia es uno de los países más pobres de Latinoamérica. Su desarrollo económico ha sido insuficiente para incrementar el promedio de los ingresos, especialmente de los pequeños agricultores. En las áreas rurales, donde las actividades agrícolas son la principal fuente de ingresos, la pobreza es una constante, principalmente en las regiones conocidas como Valles y Altiplano, regiones que difícilmente han estado económicamente integradas con las economías del mercado. Débiles lazos con los mercados locales (mercados de consumo y agroindustrias), escasa infraestructura caminera y virtualmente ningún acceso a los mercados internacionales y a la tecnología, han perpetuado la existencia de una primitiva sub-economía y afectado negativamente la productividad.

Los vínculos con los mercados han sido limitados, en gran medida, a ferias locales en las que básicamente el mismo producto es vendido en el mismo periodo del año en función a la temporada de cosecha. Esas regiones han producido tradicionalmente productos de bajo valor de mercado, utilizando anticuadas tecnologías de producción en medioambientes relativamente hostiles incluyendo insuficiente infraestructura para riego. Adicionalmente hay ineficiencias en las politicas sectoriales, soporte institucional e intermediación financiera para las áreas rurales empobrecidas.

El Proyecto “Acceso a Mercados y Alivio a la Pobreza” (MAPA) ha logrado incrementar los ingresos de familias pobres en las regiones de Valles y Yungas de Bolivia. En el caso de los Yungas, las áreas de concentración han sido café, turismo y te; mientras que en el caso de los valles, las áreas de concentración han sido especias, cebollas, bayas, uva de mesa, maní, ajíes, tomates, duraznos y flores de corte.

Los resultados alcanzados por el proyecto MAPA en los últimos 5 años han permitido que USAID/Bolivia y el Gobierno de Bolivia apoyen la implementación de una nueva fase de cinco anos, iniciando en octubre de 2005 y concluyendo en septiembre de 2010.

Esta nueva fase ya no contempla intervenciones en el área de los Yungas, en cambio, considera que el proyecto deberá tener un componente de apoyo a las actividades de desarrollo de agronegocios en el área del Altiplano boliviano (departamentos de La Paz, Oruro y Potosí), además de mantener el apoyo a las actividades de la FDTA-Valles en la región de los valles de Bolivia.

La gran pregunta es si bajo los antecedentes del Altiplano se puede lograr esta exigencia del mercado y en lo posible con una productividad que logran otros países para hacer rentable el negocio.

Además de todas estas exigencias hay que enfrentar el desarrollo de una serie de actividades de apoyo a la agroindustria que se quiere generar como por ejemplo: la provisión de insumos como ser bolsas de malla, equipos de cosecha, maquinarias
seleccionadoras, etc., que se constituyen en elementos indispensables para el logro de objetivos.

Por otro lado está el componente logístico de las exportaciones. Sólo basta llegar a la frontera para ver pasar sin ningún trámite una serie de productos agrícolas hacia nuestro país, mientras que nuestras exportaciones tienen que cumplir una serie de exigencias para realizar el tránsito por territorio extranjero.


La logística necesaria para llegar a puerto es otra limitante para el desarrollo de las exportaciones, esto acompañado con la posibilidad siempre presente de bloqueos, las exportaciones se convierten en un verdadero desafío.

Pese a las grandes limitaciones que existen en el desarrollo de agroindustrias en el Altiplano, tanto de limitantes climáticas como logísticas, se ha detectado en el altiplano un gran potencial productivo que se está orientando hacia la producción orgánica y está basada principalmente en la baja incidencia de plagas y enfermedades debido a las condiciones climáticas existentes en la altiplanicie.

Cuando se trata de producción orgánica para exportación, el principal punto es la obtención del “certificado de producción orgánica” que es emitido por una empresa autorizada para este efecto.

La certificación de productos orgánicos es la manera en la que un agricultor puede asegurar a quienes compran sus productos, que estos son producidos bajo normas de producción orgánica reconocidas, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. La certificación marca la diferencia entre la comercialización de un producto orgánico y un producto cultivado en forma convencional.

La certificación orgánica de un campo de producción incluye dos inspecciones que son realizadas por un técnico de la empresa certificadora y la presentación de la documentación exigida por esta empresa certificadora, que consiste en el llenado del “Perfil del Operador” en el cual se incluye toda la información que debe tener cada finca: características de la finca, separación de las unidades no ecológicas en caso de que existieran, información detallada sobre el origen de las semillas y material vegetal, origen del abono utilizado, registro de manejo de suelos y actividades que favorezcan al medioambiente, planillas con los registros de las actividades diarias, de las evaluaciones semanales o quincenales sobre incidencia y severidad de plagas, enfermedades y malezas, etc.

Una vez completada toda esta información, el documento es entregado a la certificadora para la emisión del certificado de producción orgánica.

El Proyecto Mapa en su intervención en el Altiplano, empieza a trabajar en la producción orgánica como alternativa para mejorar los ingresos de los agricultores que viven bajo condiciones adversas de clima, suelo, sequía, heladas, granizos, etc., factores que así como dificultan la producción y la diversificación de los cultivos, desfavorecen también al desarrollo y proliferación de plagas y enfermedades. Este hecho obliga a pensar que esta zona puede convertirse en una zona potencial para la producción orgánica de los cultivos que mejor adaptación muestren a las condiciones que presenta el Altiplano.

La presencia de plagas y enfermedades plantea problemas y desafíos en la agricultura comercial que implican amenazas económicas tanto para los sistemas agrícolas convencionales como para los orgánicos. Para el agricultor orgánico, la mejor solución a los problemas de las plagas y de las enfermedades es conocer y entender bien las condiciones locales, las variedades o cultivos a sembrar y cuándo hacerlo para evitar problemas severos. Un buen mantenimiento de registros de los problemas con plagas (cuando ocurren y cuáles estrategias de control son efectivas), ayudará a crear las bases de la estrategia de control para el siguiente año.

El Programa de cebolla dulce en el Altiplano se inició en la campaña agrícola 2004-2005 con la implementación de una finca de 20 has de cebolla dulce producida de manera convencional para exportación. Con la experiencia obtenida durante esa gestión en cuanto a la baja incidencia de plagas y enfermedades, se emprende la implementación de la finca de producción de Pasto Grande en la zona de Caracollo con la certificación de 4 has de cebolla orgánica. En esta ocasión se trabajó con la variedad Granex 33, una variedad dulce, tipo grano, pungencia moderada y alto contenido de azúcares.

El almácigo fue realizado en la ciudad de Cochabamba y trasladado a Oruro en el mes de octubre para su trasplante. Para la preparación del terreno se utilizó guano ovino proveniente de ganado de cría extensiva como abonadura de fondo. Para complementar la fertilización se hicieron dos aplicaciones adicionales del mismo abono y se utilizaron otros fertilizantes como biol, chancaca y té de estiércol. Paralelamente, en parcelas de productores se hicieron pruebas con el uso de micorrizas y bacterias para favorecer la absorción de nitrógeno y potasio del suelo.

Para el control de plagas se realizaron monitoreos periódicos para la detección del inicio de ataque de trips y de manchas foliares causadas por mildiu (Peronospora destructor) y mancha púrpura (Alternaria porri). En el transcurso del desarrollo de las plantas no se detectó ningún brote de enfermedades y la presencia de trips se inició en la etapa de engrosamiento de bulbo, cerca a la cosecha, por lo que no fue necesario realizar ningún tratamiento de control.

Si bien los aspectos fitosanitarios fueron favorables en este periodo agrícola, los climáticos fueron muy desfavorables puesto que se presentaron heladas en varias oportunidades y granizadas de diversas intensidades, factores que por supuesto afectaron al cultivo y disminuyeron la calidad del producto final.

En todo caso, los mercados de Estados Unidos y Brasil han reaccionado positivamente ante la oferta de un producto que difícilmente se encuentra en el mercado: “cebolla dulce con certificación orgánica”. La producción orgánica en sí con sus ritos y retos ante el mercado, nos permite ofrecer un producto único en su género que los conocedores reconocen y aprecian de modo que están dispuestos a pagar por él.
Javier Siliezar[1], Paúl Meruvia[2], Claudia Sainz[3], Roberto Moyano[4]

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