lunes, 25 de agosto de 2014

Sistemas agroforestales, una alternativa para el progreso

La acogida es con jugo de sésamo. El calor de las dos de la tarde es sofocante y la bebida ayuda a contrarrestar el cansancio. Bajo los motacús que adornan y cubren el techo donde recibe don Juan Vásquez a los visitantes, este monteagudeño (Chuquisaca) de 63 años recuerda cómo llegó a la comunidad de Villa Fátima del municipio de Guarayos en Santa Cruz y cómo empezó a trabajar con sistemas agroforestales para la diversificación productiva.
"Me dedicaba a la producción de maíz. En mi pueblo no teníamos terrenos como para poder ampliar el trabajo. Llegué a Santa Cruz en busca de mejores campos; tenía voluntad y fuerza para trabajar. En otros lugares las tierras eran muy caras, llegué aquí hace 17 años”, cuenta nostálgico quien empezara sembrando pasto y maíz en el lugar donde ahora tiene un pequeño bosque "propiciado” por el hombre o sistema agroforestal.
Un gato blanco y mostaza de tamaño mediano asoma por entre las gallinas, que no parecen notar su presencia. Dos perros reposan en la tierra caliente; un aleteo de rutina despierta a los canes. Don Juan se pone de pie e invita a conocer un pedazo de su sistema agroforestal. A doscientos metros de su casa los árboles de mandarina y de cacao acogen con su sombra por un momento a los visitantes sofocados por el calor tropical en la región.
La esposa de don Juan, Leona Rodas, acompaña el paseo que hace rechinar las ramas y hojas del suelo. Leona cuenta que hay plena colaboración para sacar adelante este emprendimiento que requiere de bastante trabajo. "Siempre estamos en ello, si hay que machetear… macheteamos”, relata de pie, ataviada con una blusa beige y la falda café que le pasa las rodillas. Por su parte, Juan destaca esta labor conjunta diaria "bajo el sol y la lluvia”.
Inicios del proyecto
En 2009 este emprendedor plantó el primer árbol de mandarina en su terreno que ahora alberga a una variedad de cítricos, mangos, cacao, café, plátano, piña, achachairú, papaya y caña de azúcar. El monteagudeño, quien recuerda la discriminación que sufrió a su llegada al lugar hace 17 años por no ser de la región, explica que la comida del año está asegurada ya que cuando se acaba el ciclo de cosecha de una fruta, empieza el ciclo de otra durante el año.
Con una pe queña toalla blanca colgada de su hombro para espantar a los mosquitos y secar el sudor, Juan comenta que todos los excedentes de producción son comercializados en Guarayos o en la misma comunidad y que ello les permite vivir a él y a Leona de manera "suficiente”. La mandarina es la fruta estrella en las ventas de este emprendedor. "Tenía la necesidad de que mi familia, mis hijos, se alimenten con los nutrientes necesarios de las frutas”, cuenta.
Ahora, dos de sus tres hijos, ya profesionales en agronomía y veterinaria, cuando llegan de visita colaboran en las labores que implica tener ese microbosque frutal. Los esposos destacan el apoyo de sus hijos a pesar de la distancia por trabajo y estudio. "Cuando vienen mis hijos nos ayudan, no están ni un solo día de ociosos”, resalta Juan con brillo en los ojos.
Todo esto no sería posible -arguye- sin el apoyo y la capacitación que él y su esposa recibieron del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) para comprender en su totalidad el concepto de un sistema agroforestal y lo que su implementación significa. La directora de la regional Santa Cruz del CIPCA, Gisel Caballero, explica que estos proyectos están en el departamento entre seis y 10 años con el impulso de esta entidad y que Juan es uno de los beneficiarios.
A la implementación del sistema agroforestal en su chaco, don Juan suma orgulloso -en su relato- sus 200 cabezas de ganado y un criadero de abejas de miel. La apicultura es una actividad en la que su familia incursionó casi de manera paralela al sistema agroforestal. Aparte de la miel que producen, también elaboran propóleo y un energizante llamado "levantamuertos” (compuesto de polen, miel y propóleo).
A pesar de todas estas condiciones favorables creadas por él y su esposa, esta comunidad del oriente boliviano donde reside este matrimonio de orígenes chaqueños, aún no cuenta con servicios básicos estándar de agua y electricidad. La energía eléctrica, que les permite entre otras cosas escuchar la novela de las dos de la tarde por radio, proviene de un motor que funciona con diésel. El agua para los menesteres familiares y de la comunidad se obtiene de un sistema de bombeo.
Cuando don Juan explica esta situación ya se encuentra nuevamente al amparo de los motacús, sentado en su silla de madera entre los pollos, el gato de pasos silenciosos y los relajados caninos. Doña Leona vierte lo último del jugo de sésamo en unos vasos que estuvieron vacíos desde horas atrás. El calor amainó, ya es hora de los mosquitos.

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