domingo, 14 de febrero de 2016

La orina: ¿el “oro” de los abonos?

Puesto que la orina es un desecho orgánico, puede utilizarse como fertilizante orgánico. Sin embargo, hay peros. Por una parte, es cierto que contiene nutrientes que son útiles para las plantas, en especial el nitrógeno y ácido úrico o potasio, magnesio y calcio, entre otros. A su vez, contiene restos de medicamentos. De hecho, la composición de la orina varía en función de otros muchos factores, como la dieta, posibles

enfermedades o el tipo

de agua que ingerimos

y, en lo que respecta a los

microbios, tiene menos que la saliva o las heces.

Además, si se almacena, aumenta el pH y se minimizan los agentes patógenos. ¿Entonces, podemos usarla tal cuál, y así obtener un fertilizante barato y eficaz? Lo cierto es que es mejor saber cómo hacerlo.

(...) Actualmente, los estudios buscan saber si existen determinados restos de medicamentos que puedan acabar llegando a los alimentos y, por lo tanto, entrar en la cadena alimentaria.

Al margen de estos aspectos, puesto que se considera un abono seguro, incluso la Organización Mundial

de la Salud cuenta con directrices para su uso en la agricultura y proliferan los experimentos y proyectos no solo en huertos urbanos o jardines privados sino también en cultivos intensivos y en jardines públicos.

Eso sí, con respecto a estos últimos, se agradece la contribución ciudadana realizada a través de urinarios públicos. En Amsterdam (Holanda) lo tienen claro. Su Alcaldía se ha propuesto recolectar la orina de sus habitantes para abonar jardines y tierras agrícolas.

El uso de grandes cantidades de orina procedentes de muchas personas precisa de un tratamiento especial. Por lo general, se almacena a temperaturas altas durante varios meses para generar amoniaco, con el aumento del PH al que aludíamos.

Es así como se reducen los patógenos, y los resultados pueden ser muy satisfactorios. Un grupo de ambientalistas de Vermont, en Estados Unidos, llevaron a cabo un proyecto con el Rich Earth Institute para su uso en cultivos de heno de una granja.

Con la orina de más de 170 voluntarios se llenaron cisternas y se sometió a este tipo de tratamiento. El objetivo era aprovechar sobre todo el nitrógeno y fósforo que obtenemos de los alimentos para devolverlos

de nuevo al campo, evitando gastar grandes sumas

en fertilizantes sintéticos.

Al tiempo, claro está, se

hace un ecogesto que bien vale la pena, pues la orina se aprovecha como abono y no contribuye a aumentar las aguas grises, otra fuente de contaminación en los ecosistemas. De hecho,

al ser muy alta en fósforo

y nitrógeno, la orina resulta muy contaminante.

Entre otros efectos hacen que crezcan las algas en los ríos, desequilibrando los ecosistemas de forma terrible. Un problema ambiental que se evita, y un beneficio agrícola que se consigue.

En este proyecto, finalmente, se observó un importante aumento de la productividad.

Si queremos usar orina (humana, se entiende) en el jardín o huerto, las recomendaciones más habituales se refieren a su dosificación. Además de vigilar que procedan de personas saludables, es importante hacerlo solo a nivel casero.

Incorporar al suelo, mediante riego. Evitar la aspersión, pues las partículas quedarán en el aire y será desagradable, además de perderse parte del nitrógeno. A su vez, mejor diluirla, una quinta parte en plantas adultas y una décima parte para plantones o semillas.


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