miércoles, 10 de febrero de 2016

Piden uso de transgénicos y reactivan vieja polémica



Productores, autoridades y representantes de instituciones de Santa Cruz arguyen problemas por el contrabando, la caída de los precios de la soya, las inclemencias del tiempo y las enfermedades de las plantas. Una científica boliviana apoya esta demanda. Otra, en Argentina, rechaza la modificación genética de los alimentos.

El contrabando, la caída de los precios internacionales de la soya, las inclemencias del tiempo y las permanentes enfermedades de las plantas han reducido significativamente la competitividad de los productos del agro en Bolivia, respecto de los que ingresan al país desde el exterior.

El presidente de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), Julio A. Roda, apoyado por autoridades de Santa Cruz, representantes de instituciones privadas y por la destacada científica boliviana que es catedrática en el exterior, María Mercedes Roca, pidió una mayor apertura para que se permita la aplicación de la biotecnología en el campo y así se pueda mejorar la productividad del agro, lo que redundaría en un beneficio para toda la población.

Roda, quien se reunió con periodistas del país en diciembre, justificó esta necesidad poniendo de ejemplo el caso del maíz.

“Lo que nos está afectando más es el ingreso de maíz de contrabando”, dijo el ejecutivo, para luego informar que “la diferencia (entre los precios de venta en la frontera y los productos nacionales) es muy grande y eso hace que tengamos que vender el maíz, o los otros productos que están ingresando, como azúcar, harina, arroz, a un precio menor al costo de producción”.

Adelantó que, de acuerdo con las previsiones de los diferentes sectores que componen la CAO, “no habrá crecimiento” en la campaña de siembra de este año.

La biotecnología
“El 36% de la población económicamente activa del país depende de la agropecuaria”, dijo el Presidente de la CAO, para remarcar la importancia de este rubro y también advertir de la reducción de la producción nacional, “matando a muchos productores”.

Al ser consultado sobre la política económica implementada por el gobierno de Mauricio Macri, especialmente sobre la exención impositiva para las exportaciones de todos los granos a excepción de la soya, Roda advirtió que “sin duda alguna va a afectar a Bolivia... van a inundar nuestro país con productos. Ellos tienen mayor tecnología, el uso de la biotecnología...”. Dijo que esto último representa una ventaja de Argentina respecto a los productores bolivianos.

Finalmente, defendió la legalización de las semillas transgénicas en Bolivia: “¿Por qué no implementar productos genéticamente mejorados? ¿Por qué no si eso nos va a impedir aumentar el cultivo de hectáreas?”. Habló de ampliar la frontera agrícola para tratar de que esos servicios ambientales sigan generando agua, humedad y temperatura. “Estamos en una coyuntura muy grave de cambio climático”, recordó.

Por su parte, el gerente general del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Gary Rodríguez, quien presentó las necesidades de este sector en la Cumbre Agropecuaria “Sembrando Bolivia”, destacó que para lograr el desafío de triplicar la producción de alimentos hasta el año 2025, “en el campo de la producción primaria entra el tema tecnológico, está el pedido de la biotecnología”.

Preocupación y paradoja
Luis Alberto Alpire, secretario de Desarrollo Productivo de la Gobernación de Santa Cruz, habló sobre el CIAT (Centro de Investigación Agrícola Tropical, brazo técnico operativo del Gobierto Autónomo Departamental.

Dijo que “ha ampliado su laboratorio de biotecnología para acortar los tiempos de liberación de variedades; sin esta ampliación, estuviéramos liberando variedades de trigo, de arroz, de maíz y de soya en tres a cuatro años, ahora se acorta a dos años. Entonces, ya es un beneficio tangible. Pero, además, nos estamos preparando, ¿por qué no?, para la liberación de variedades de cultivos genéticamente mejorados”.

Al respecto Fernando Romero, presidente de la Asociación Boliviana de Grupos CREA (AB-CREA), un modelo de cooperación mutua que en Bolivia tiene cerca de 200 miembros distribuidos entre Santa Cruz, Beni y Tarija, expresó una preocupación común entre los productores del Este y el Norte integrado de Santa Cruz: “Hay tecnología disponible a la que no podemos llegar” por la legislación boliviana respecto a los transgénicos.

En ese sentido, hace notar la siguiente paradoja: “Vamos a producir menos trigo porque no hay mercado, no podemos producir más trigo porque no tenemos tecnología, no tenemos el permiso para producir trigo genéticamente mejorado pero, como falta trigo, el Gobierno importa trigo genéticamente mejorado”.

Romero coincidió con los expertos en biotecnología al desmitificar la idea de que los productos transgénicos son perjudiciales para la salud.
Mientras esperan una mayor apertura del Gobierno que les permita introducir nuevas variedades de semillas para producir más y mejor, se apoyan en la transferencia de management, que pasa por la solidaridad, por la colaboración mutua, según la ponderación del Gerente General del IBCE.

Las semillas transgénicas
Ante la realidad de la caída de los precios internacionales de la soya (en 2014, por 1 tonelada de semilla se pagaban 800-900 dólares; a finales del año pasado, 200 dólares menos) y las inclemencias del tiempo que, como el año recién pasado, fueron devastadoras con el trigo, la solución que los agroproductores ven para afrontar la previsible crisis es la de la semilla genéticamente mejorada —la transgénica— para que los cultivos rindan más.

El gerente técnico de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo), ingeniero Richard Trujillo, explicó que “por el momento en Bolivia solo está aprobado el 'evento' para soya resistente al glifosato. El 99.99% del área sembrada es transgénica, ya casi no hay nada de soya convencional, porque al agricultor se le hace más difícil mantener su cultivo libre de malezas. Y las variedades que han salido —las transgénicas— son con mayor potencial de rendimiento”.

Cuando se le preguntó si el suelo no sufre ningún daño con este tipo de semillas, respondió: “No, no, no, no. Porque es inclusive mejor para la siembra directa”. Esta es la forma que han adoptado los productores para lograr un mayor rendimiento de sus tierras a la hora de cultivar sus granos.

Testimonios
Incluso los pequeños productores, como Hugo Flores Porco, presidente de Anapo, Filial del Este, San Julián, elogió la semilla que todavía es resistida por algunos sectores: “Cuando llegó el transgénico pudimos pagar las deudas”, afirmó el agroproductor nacido en Caiza D, departamento de Potosí.

Luego, ratificó su posición con dos ejemplos: “El maíz aquí no es transgénico, sembramos y los gusanos se comen al maíz porque no es resistente a los gusanos. También (pasa con el) trigo: el transgénico en otros países rinde hasta 4 toneladas, pero acá en nuestro municipio solo 2 toneladas. Con los precios que están en este momento, no nos da a los productores para poder cubrir lo que se invierte”.

Para ponerse a tono con otros países, incluso con la avanzada Brasil, uno de los que en el pasado se oponían a la biotecnología para mejorar la producción, los agroproductores piden flexibilidad en la normativa nacional para permitir la aprobación de otros “eventos”, no solo para la soya resistente al glifosato, sino para distintos granos.

Pero, entretanto, volvieron a abrir una vieja polémica sobre los transgénicos.

“Hay que bajarse de este tren”

Entrevista a Alicia Massarini, doctora en Ciencias Biológicas (UBA) e investigadora adjunta del Conicet en Biología Evolutiva (Argentina), publicada a mediados del año pasado en La Gaceta de Tucumán, diario argentino al que reconoce que su postura es bastante resistida en el mundo científico:

¿Cómo apareció el transgénico en el campo?
La transgénesis comienza a experimentarse en los 70 con la idea de estudiar procesos biológicos. Insertar genes de otras especies en animales o vegetales y ver cómo se comportan. Poco tiempo después se dieron cuenta que se podía aplicar a cultivos de valor comercial. La primera transgénesis de aplicación comercial tiene que ver con la introducción de genes que confieren resistencia a un herbicida y genes que permitieron la producción de la toxina BT (maíz) para que la planta produzca su propio insecticida.

¿Son más saludables?
La semilla transgénica no mejoró su valor nutricional. El discurso de quienes promovían esto fue que se mejoraría la calidad del producto, pero los transgénicos en el mercado confieren una ventaja económica al productor. No son amigables con el medio ambiente ni son alimentos.

¿Hay estudios?
Los más contundentes son los de Gilles-Eric Séralini, de Francia, que alimentó a ratas durante dos años (período de vida) con maíz transgénico y registró que aparecían tumores, enfermedades degenerativas hepáticas y renales que son normales hacia el final de vida, pero en las ratas aparecían en la mitad, al año. Concluye que esta alimentación altera ciclos celulares, metabólicos y produce anticipación de patologías graves.

¿Es posible no consumir transgénicos?
En Argentina, los alimentos transgénicos no están etiquetados. La alimentación masiva (mercadería que ofrecen los supermercados) contiene productos que provienen de transgénicos como la lecitina de soja, presente en galletitas, yogures y postres.

¿Se puede cambiar el modelo productivo?
El discurso de los que promueven esto es que no podemos dejar de subirnos a este tren. Yo digo: no podemos seguir subidos porque nos va a conducir a un desastre ambiental y sanitario. Las alternativas son muchas, no solo lo que teníamos. Hay que recuperar los valores y la soberanía alimentaria.

¿Y la producción de alimentos?
Esto que producimos no son alimentos, sino commmodities para exportar y alimentar el ganado de los países centrales y de China. Es una falacia que se hable de que estamos contribuyendo a paliar el hambre del mundo, porque el hambre es cada vez más notable.

“Campañas de desprestigio de la biotecnología”

La doctora María Mercedes Roca, catedrática boliviana del Tecnológico de Monterrey que tiene un doctorado en patología vegetal y virología de la Universidad de Londres, indica a CAPITALES que “la tecnología está avanzando exponencialmente, pero es el lado normativo el que está avanzando a paso de tortuga. Mientras tanto, las campañas anti-tecnología y anti-transgénicos continúan y han creado un rechazo muy arraigado, y no queremos eso”.

Afirma que “a mí me daría preocupación personal de tener etiquetado de transgénicos porque está tan sesgada la idea de que un transgénico es malo, que ya sería como ponerle un sello de que ‘esto es radiactivo, no se lo tome, esto está contaminado’”.

Dice sin embargo que “no soy muy optimista” por las “campañas de desprestigio de la biotecnología” que, en su criterio, confunden el daño que supuestamente se provocaría a la agricultura y al medioambiente con el que podría causar una modificación genética insertando un gen a un producto, o con el daño que causarían las transnacionales. “Son tres cosas muy diferentes y se ponen en una misma canasta y, entonces, ‘la biotecnología es mala’ y ‘los transgénicos son malos’”, agrega.

“Si un país no quiere ingresar a la tecnología, tiene todo el derecho. Pero que no se queje si queda atrás”, advierte Roca.
Recuerda el sonado caso Monsanto, en México, donde hace tres años un grupo de la sociedad civil le planteó una demanda a esa multinacional de la ingeniería genética de semillas y de la producción de herbicidas, por la falta de etiquetas en los productos transgénicos, bajo el supuesto de que provocan daños a la salud humana.

El resultado fue una prohibición total de maíz transgénico, dice Roca, pero “hace dos meses, el fallo del juez fue que los demandantes no lograron producir la evidencia de que cause cáncer. Un país como México, que come tortillas tres veces al día y no es autosuficiente, tiene que importar el 50% del maíz que consume, necesita de esta tecnología”.

A continuación, explica: “La única diferencia entre un frijol con resistencia a virus y el frijol convencional es que no se enferma con el virus… Que una de estas personas que dicen que los transgénicos dan cáncer me explique a mí o a cualquier científico cómo ese transgénico de frijol creado por Embrapa [Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria] da cáncer a alguien. O cómo un maíz con resistencia al agua le va a causar cáncer a alguien…”, aseveró Roca.

En su criterio, “nos alarmamos demasiado por cosas que no entendemos… No hay un solo caso de que haya una evidencia directa de que por esta causa haya personas con cáncer. Si alguno de ustedes encuentra un artículo científico serio, le ruego por favor que me lo envíe. Y el día que yo lea eso voy a ser la primera en pedir disculpas públicamente por haber hablado prematuramente por ignorancia, porque no conocía la evidencia. Pero hasta ahora, en mis 16 años de actividad con esto, no hay nada”, desafió la científica boliviana.

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