domingo, 6 de marzo de 2016

La tuna constituye potencial ideal para responder a los cambios ambientales

La tuna o Ficus opuntia indica (L.) Miller, como se la conoce en el argot científico según muchos investigadores señalan que su origen es México, dónde se la emplea en diferentes usos desde épocas prehispánicas, se considera que fue un rubro importante conjuntamente cultivos como el maíz, en el imperio azteca.

Distribuida a todo el mundo por los conquistadores españoles hoy en día contamos con una gran diversidad de ecotipos adaptados a diferentes contextos geográficos. Las variedades conocidas son distinguibles y denominadas por el color del fruto; rojas o guindas, amarillas, verdes. Según Bukasov el nombre de tuna es de origen haitiano (Profesor Martín Cárdenas). Tradicionalmente su consumo en nuestro país es como fruta, se expende en mercados, puestos ambulantes en los que las caseritas las comercian con qhipus (espinillas) es decir sin pelar o peladas, de consumo popular en nuestro medio.

Aún no hemos explotado todos los atributos de ésta bondadosa especie, los tallos de la tuna se conocen como pencas, éstas se ramifican unas encima de otras llegando a formar plantas de gran altura, su gruesa capa o cutícula las protege de insectos y la pérdida de agua por las elevadas temperaturas típicas de zonas áridas y calientes, son de constitución carnosa, suculenta y muy jugosa y tienen un gran potencial cuando se las emplea como forraje.

Por lo que se constituye en alternativa, por su alto potencial productivo bajo condiciones de déficit hídrico, todas estas características hacen a esta especie como una importante fuente alternativa de forraje para bovinos, ovinos y caprinos, principalmente en zonas de clima árido y caliente, una bondad extra es que además puede ser utilizada para prevenir la erosión del suelo por su tipo de raíz superficial y abundante la cual forma una especie de red que disminuye la erosión o pérdida de suelo por viento y escorrentía, lo cual ayuda a combatir la desertificación. Debido a su gran capacidad de adaptación en tierras pobres e inapropiadas para otro tipo de cultivos, se constituye en especie potencial e ideal para responder a los cambios ambientales globales.

El Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF) a través del Programa Nacional de Ganadería y Forrajes ha implementado una serie de ensayos enfocados al manejo agronómico de este cultivo, el estudio “Evaluación de tres densidades de siembra de tuna para forraje en el municipio de Santibañez, Cochabamba” tiene el objetivo de determinar el efecto de la distancia de plantación sobre las características productivas de la planta (altura y ancho de penca), de ésta manera contribuir con la generación de recomendaciones para el aprovechamiento adecuado del cultivo así como del recurso suelo.

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