lunes, 13 de febrero de 2017

El poder de la octava plaga bíblica y su presencia en Bolivia



Antes de la plaga de las langostas, Moisés llegó al faraón y le advirtió del inminente peligro. Los funcionarios del faraón le suplicaron que permitiera que los israelitas fueran libres, ya que iban a sufrir los efectos devastadores de una plaga de langostas, pero éste aún era renuente a ceder.

El orador propuso entonces un compromiso: los hombres israelitas serían autorizados a marcharse, mientras que las mujeres, niños y ganado se quedarían en Egipto. Moisés demandó que cada persona y animal se fuera, pero el faraón se negó.
Dios entonces le dijo a Moisés que estirase su vara sobre Egipto y recogió un viento del este. El viento se mantuvo hasta el día siguiente, trayendo un enjambre de langostas. La nube cubrió el cielo, arrojó sombras sobre Egipto y consumió el resto de los cultivos egipcios, acabando con todos los árboles y las plantas. A este suceso se lo denominó la octava plaga de Egipto.
Desde entonces, las plagas de langosta son consideradas un desastre natural devastador. Han sido temidas y respetadas a lo largo de la historia y, desgraciadamente, siguen causando estragos en la actualidad.
En julio de 2016, una nube de langostas arrasó con 1.500 hectáreas de cultivos en la provincia de Santiago del Estero, en el norte de Argentina. Con una movilidad y una magnitud sin precedente, este enjambre destruyó sembradíos enteros de cebollas, zanahorias y alfalfa.
Así fue avanzando hasta que se devoró 700.000 hectáreas. Y aunque ahora la situación parece estar relativamente controlada en el país vecino, el hecho es que ahora la octava plaga se vive en Bolivia.
“Eran las 6 de la tarde. De pronto nos cubrió una nube negra de ocho, diez kilómetros de ancho. No se podía ver de lo negra que era. Pensamos que era la plaga de Moisés”, dice el campesino cruceño Clemente Méndez sobre la invasión de langostas, que obligó al país a declarar la emergencia fitosanitaria en Santa Cruz.
La finca de Clemente Méndez, de unas 10 hectáreas, fue una de las tantas arrasadas. Perdió casi el 80% de su producción de maíz y maní: “Hace tres años que estamos con pérdidas, primero fue la sequía y ahora llegó la langosta”, dice apenado mientras observa sus cultivos.
Méndez cuenta que cuando llegaron los insectos “no se podía caminar, las langostas se te pegaban al cuerpo”. Sin embargo, asegura que la invasión generó temor y preocupación pero no pánico. “Habíamos visto en las noticias cuando la plaga llegó el año pasado a Argentina, así que sabíamos lo que era”, relata.
La pasada semana, las autoridades comenzaron a fumigar un cordón de unas 33.000 hectáreas alrededor de la zona más afectada, en los municipios de Cabezas, El Torno y La Guardia, en el Chaco Boliviano.
Todo esto llevó a que el gabinete de ministros apruebe un decreto que autoriza destinar 5,3 millones de bolivianos para las acciones orientadas a combatir la plaga de langostas voladoras. Pero el problema continúa.

El temor a los insecticidas
El campesino, padre de cinco hijos, confesó sentir inquietud y temor ante las fumigaciones, que continuarán durante los próximos días en forma de anillo alrededor de las zonas más afectadas.
El plan de acción que puso en marcha el Senasag contempla fumigaciones por vía aérea y terrestre en las superficies afectadas, según aseguran con dosis adecuadas para no dañar a la gente ni a los animales.

El poder de la plaga
De acuerdo a los expertos en el tema, las langostas son cercanas a los saltamontes y son insectos de aspecto parecido. Sin embargo, el comportamiento de la langosta puede ser completamente distinto.
A veces son insectos solitarios con un estilo de vida semejante al del saltamontes, pero pasan por una fase llamada gregaria, en la que se juntan en grandes, ambulantes y voraces enjambres
¿Pero cómo se agrupan para atacar una cosecha? ¿Y cuántas langostas hacen falta para empezar una plaga? Según señala Christian Yates, profesor de biología matemática de la Universidad de Bath, en Reino Unido, sólo se necesitan tres.
Yates y sus colegas analizaron el movimiento de grupos de diferentes tamaños de estos insectos y desarrollaron un modelo matemático que imita el comportamiento colectivo de las langostas. Cuanto más langostas, más estable es el enjambre.
Entender cómo se forman los enjambres y qué puede hacerse para desarmarlos puede ser una herramienta crucial en la lucha contra estas plagas, responsables de hambrunas y colosales pérdidas económicas.
“Cuando la comida escasea, las langostas se juntan y pasan de ser individuos solitarios a tener un comportamiento más gregario y agresivo. Comienzan a marchar juntas, se multiplican, tienden a comer más y así se vuelven una plaga”, explica el autor principal del estudio.
Detalla que estar juntas les ofrece una serie de ventajas: les facilita encontrar comida pero también les permite mantener la estabilidad del enjambre.
Por lo general, las langostas se mueven en la misma dirección que sus vecinas y cambian el rumbo de forma espontánea, al igual que otros grupos de animales como los peces o los estorninos.
El estudio detalla que están atentas a los movimientos de sus vecinas porque son caníbales. El modelo desarrollado por los investigadores demostró que para mantener esa cohesión la langosta dentro del grupo debe interactuar al menos con dos de sus similares de forma simultánea.
“Sin esos dos vecinos, los insectos no pueden reproducir esos cambios de dirección espontáneos que solemos ver”, señala Yates.
Pero la razón sorprendente que explica por qué las langostas prestan tanta atención al movimiento de sus vecinas es que son insectos caníbales.
“Comerse a su compañera es la forma más efectiva de conseguir las proteínas y los minerales que necesitan para subsistir. Al mantener la formación, evitan exponer a sus vecinas su lado más vulnerable”, dice el experto.
El estudio, publicado en la revista Physical Review E, suma información e indica que cuantos más miembros hay en un grupo, más largos son los intervalos entre los cambios de dirección.
Un enjambre de langostas del desierto puede tener un tamaño de unos 1.200 kilómetros cuadrados y en menos de un kilómetro cuadrado puede haber entre 40 y 80 millones de langostas.
Una de éstas puede comer cada día el equivalente a su peso en plantas, por lo que un enjambre de ese tamaño podría comer 192 millones de kilogramos de plantas al día.
Al igual que cada miembro que lo compone, el enjambre de langostas es ambulante y puede recorrer enormes distancias. En 1954 un enjambre voló desde el norte de África a Gran Bretaña, y en 1988 otro cubrió la distancia comprendida entre África Occidental y el Caribe.
La langosta del desierto, la más agresiva, es muy conocida. Originaria de África, Oriente Medio y Asia, se encuentra en 60 países y puede cubrir un quinto de la superficie de la Tierra. Las plagas de esta langosta pueden amenazar el medio de vida de una décima parte de la población del mundo.
Richard Trujillo, gerente técnico de Anapo (Asociación Nacional de Productores de Oleaginosas) dijo que en Santa Cruz “ya lograron matar a unos tres millones de insectos y sin embargo es un porcentaje mínimo del total”.
Entretanto, el director nacional del Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria (Senasag), Mauricio Ordoñez, explicó que si un cultivo está entre cinco y seis días de germinación puede ser arrasado en 100%.
Empero, si hablamos de uno con 50 ó 60 días de germinado, la afectación es menor porque la plaga busca plantas jóvenes y por eso migran buscando alimento.

Cómo desarticular
una nube de langostas
En nuestro país, de acuerdo a Reynaldo Díaz, el producto químico que se está empleando para combatir la plaga de la langosta es Cipronil en una cantidad 20 gramos al 80% por hectárea y tendrá un efecto de hasta 40 días
Díaz, explicó que el químico busca un doble efecto de eliminar las ninfas y de repelente para evitar que los insectos proliferen por otras áreas.
“El área de acción comprende un polígono de 80 km por 80 km que son cerca de 700 mil hectáreas, lo que implica una fumigación efectiva en 17 mil hectáreas distribuidas a lo largo del perímetro establecido en franjas de 500 metros de ancho”, remarcó.
Las horas de ataque son en la madrugada entre 6h00 a 8h00, ya que el insecto tiene un hábito crepuscular, es decir que está activo principalmente durante las horas del amanecer y el atardecer. Díaz advirtió que los resultados de la lucha no serán a corto plazo, dijo que se requerirá de un trabajo constante con un monitoreo permanente.
Sin embargo, para expertos en el mundo la fumigación no es una de las acciones más efectivas. El científico Christian Yates, asegura que toda acción se debe complementar con un buen manejo del ruido y situaciones aleatorias.
“Una de las cosas que nuestra investigación pone de manifiesto es que el ruido o las situaciones aleatorias son muy importantes para las langostas”, dijo Yates.
“Si podemos aumentar el azar o el ruido que experimentan las langostas, podremos romper el enjambre”, agregó el investigador y detalló que los cambios externos, como por ejemplo las condiciones del viento, pueden afectar las interacciones entre ellas.
El investigador sugiere que se podrían utilizar avionetas para hacer vuelos al ras y así crear alteraciones atmosféricas para perturbarlas. Sobre todo para romper su extremo sistema de coordinación en enjambre.

Ausencia de depredadores multiplicó la plaga
Para el agrónomo Vladimir Montaño, entrevistado por El País eN, el uso extremo de plaguicidas y la tala indiscriminada de árboles produjo la disminución de los depredadores de la langosta. Lo que provocó un peligroso desequilibrio biológico.
“El monocultivo, la deforestación, el uso de agroquímicos, el cambio climático y la desaparición de depredadores naturales propiciaron el ataque de la plaga de langostas que actualmente afecta a Santa Cruz”, explica.
Según dice el modelo del monocultivo, de soya, sorgo y maíz requiere grandes cantidades de agroquímicos que han ido afectando a la fauna y microfauna que son los controladores naturales de las langostas.
Explica que estas especies de aves, reptiles, anfibios e insectos atacan a las langostas en sus primeras etapas de vida, manteniendo a raya el desarrollo de la plaga; sin embargo, al haber sido desplazados por el uso de agroquímicos no pueden cumplir su función.
Sumado a esto, el cambio climático, que ha generado sequías e inundaciones en la zona generó un ambiente propicio para el desarrollo de la plaga.
De acuerdo a los estudiosos otra opción para combatir la plaga es la multiplicación de sus enemigos naturales. “Aislarlos, multiplicarlos y luego liberarlos”.
Entre los depredadores de las langostas están las aves marinas, la anguila, pez lobo, esculpís, gunnels roca y cangrejo.

La preocupación crece
El campesino Paulino Gallardo, desde Santa Cruz, dijo que les preocupa demasiado el que los resultados no se vean a corto plazo, afirmó que de sus sembradíos vive su familia y agregó que a él nunca le tocó vivir esta plaga, por lo que su familia si está muy asustada.
Entretanto el campesino Clemente Méndez, con el ceño fruncido concluyó “Me preocupa pero ¿qué más voy a hacer?, debo confiar. Nadie más va a dar de comer a mí o a mis hijos, dependemos de nuestros cultivos”.

El vulnerable agro tarijeño

La pasada semana el municipio de Caraparí se declaró en alerta, debido a que campesinos evidenciaron la presencia del insecto en menores cantidades.
El presidente de la Asociación de Productores de Maíz de Caraparí (Asomaíz), Fermín Pizarro, indicó que sus compañeros reportaron la presencia de langostas en mínima cantidad, pero por ahora la aparición es propia de la época.
Por otra parte, el dirigente campesino de Villa Montes, Luis Arroyo dijo que aún no han sido afectados por la plaga, sin embargo pidió a las autoridades realizar un monitoreo en las comunidades.
Agregó que el agro tarijeño es mucho más vulnerable que el cruceño, pues no es muy mecanizado y el uso de plaguicidas es menor. “Nosotros no estamos preparados como en Santa Cruz, donde tienen montón de cosas tecnológicas y agroquímicos, aquí ya nos afectó la sequía, no tenemos recursos y esto es muy preocupante”, dijo.
De llegar la plaga al Gran Chaco según Luis afectaría cultivos de tomate, pimiento, verduras y sobre todo papa, que se vende en Tarija, Camiri y Yacuiba.


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